Entre los que no quieren perros, ni niños, ni topless, ni que se juegue con pelotas ni raquetas, los que no quieren música, los que no quieren venta ambulante, y un largo etc. Ir a la playa va a parecer como una película de terror, donde todo el mundo en silencio te observa a ver qué haces y a la mínima se te acerca uno con cara psicópata y con una sonrisa te dice que esto o aquello está prohibido y te invita a unirte a su comunidad.
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Vaya, parece que Airbnb se le ha agotado el discurso de doble moral y de que la culpa es de otros